Por un instante, si te parece, nos hemos tomado la vida muy en serio, como una ceremonia que se toma todo el tiempo para llegar hasta aquí, atravesando capas y capas de juego y obstáculos, de costumbre visual.

Esta película aguarda a tu encuentro; la espera y la fe de la belleza sin intermediarios. Mirar la confesión de la mirada: ver lo que se ve y celebrar que sea una imagen.

Hemos hecho una película cerca, muy cerca. Una grieta en la realidad. Y a ti, ¿por qué te ha escogido la imagen?

En una nave industrial abandonada por la actividad humana y las máquinas pesadas, sólo una presencia permanece viva: un vigilante de seguridad al que le han dicho que vigile y poco más. Su existencia consiste en observar la realidad de la nave desde una soledad e intimidad imperturbables. Su naturaleza quieta y contemplativa lo sitúa en el linde de lo humano.

En esta nave ha ido a parar una película, una cámara para que nos entendamos, la mirada del espectador.

El vigilante y la cámara se encuentran; el vigilante con la posibilidad de hacer arte, mito de su vida; la cámara con un protagonista, algo que filmar. Empieza, pues, una relación simbiótica en la que el uno descubre las posibilidades del otro.

Inevitablemente esta situación tiende a convertirse en una película, una ficción si se quiere, un duelo en donde el uno y el otro estarán condenados a perderse.